El calor es un castigo que tendría reservado solamente para mis peores enemigos, pero una de las pocas cosas que me gustan del verano, esa estación que te exprime las ganas de vivir, es cómo nos deja ver la facilidad de polarización que tenemos en todos lados (en lo que se refiere al eterno debate team Invierno team Verano, creo que ya dejé en claro de qué lado me paro). Vamos a tratar de salir del letargo para meternos en tema que fue furor, como diría Crónica TV, durante 2021. Para febrero dejamos lo que es la segunda entrega de la serie de Web3.
Estoy hablando, claro, de la venta de los catálogos de publishing de artistas como Shakira, Bowie, etcétera. Pero la venta no es lo que importa: lo que está bueno destacar es algo que hablamos hace ya algunas entregas, y eso es la financierización (is that a word?) de la música.
Pero antes, vamos a los avisos parroquiales. Primero, el gran amigo, botón de suscripción. Si no estás suscritx a Booklet, pero te gustó lo que leíste/estás leyendo, dejá tu mail en la casillita de acá abajo y chau picho:
Dos recomendaciones para no sufrir tanto el calor: primero, leer a Stephen King con el ventilador (o aire acondicionado, lo que te dé el piné) en la cara. Segundo, este disco increíble de Parra for Cuva que viene siendo mi banda sonora para absolutamente todo en las últimas semanas.
#14 - De música y mercados
¿Les suena Blackstone? En Argentina seguramente lo conocemos como uno de los fondos buitre de antaño. En el resto del mundo, es uno de los principales ganadores en la pandemia del covid-19 gracias a la inmensa cantidad de real estate que posee, tanto para venta como para alquiler, en el mundo. Si bien los bienes raíces son el núcleo de su negocio, en octubre del año pasado Blackstone invirtió mil millones de dólares en Hipgnosis, la compañía de Merck Mercuriadis. Invertir en la industria musical, y particularmente en las obras musicales, está “de moda” desde hace ya un tiempo.
¿La especialidad de Hipgnosis? Los catálogos clásicos, esas canciones que suenan en Aspen y nos hacen subir el volumen en el auto. ¿Por qué, entonces, invertir en música? ¿Qué tienen las canciones que no tienen otras posibilidades de inversión, como por ejemplo, fintech, otro terreno en el que Blackstone tiene metidas las manos? Son varias las razones de este boom, que por ahora solo tiene aspecto de ir poniéndose más grande.
La primera razón se la vamos a robar a Mercuriadis. La música, a diferencia de otras inversiones, es estable. La propuesta de Hipgnosis no es crear música: es manejar música, y manejarla de una manera diferente. La prueba de la empresa consiste en ver si la música puede funcionar como el mercado de acciones. Desde la óptica de estos inversionistas que apuestan fuerte a las obras, la música no está afectada por otras fuerzas que sí mueven mucho los mercados, por ejemplo, la política o la estabilidad monetaria de un país.
Según Merck, “la música es mejor que el oro y el petróleo porque cuando algo loco pasa en el mercado, o Donald Trump hace algo estúpido, o Boris Johnson hace algo estúpido, el precio del oro y del petróleo son afectados. Pero las grandes canciones siempre son escuchadas”. La entrevista completa para la revista Complex es muy interesante.
La segunda tiene que ver con nuestro amigo viejo y peludo, el streaming. Por un lado, por el interés que generan en los inversores, que en definitiva son los que van a poner la tarasca. Y por el otro, por lo que le pagan en concepto de copyright/derecho de autor a lxs artistas (en resumen: digamos que bastante poco, aunque es una batalla que se viene peleando desde hace varios años).
Los inversores no son solamente grandes grupos que mueven miles de millones. Pueden ser particulares o empresas pequeñas que leyeron Padre Rico Padre Pobre y buscan generar de alguna forma ese casi místico ingreso pasivo. Si nos fijamos en una de las webs de asesoramiento financiero más importantes de Estados Unidos, podemos ver cómo las inversiones de música más buscadas son Spotify, SiriusXM y Warner, entre otras.
Yendo para el lado de lo que pagan las plataformas de streaming en copyright, esto es un baile en el que vienen batallando desde hace rato todas las entidades de gestión, pero especialmente, la industria musical de Estados Unidos. La llegada de la Mechanical Licensing Collective (MLC) en este país busca resolver algunos aspectos, pero no puede con todos. Ahora no es negocio: pagan monedas en comparación con el público que generan. Pero, ¿quién sabe lo que se va a determinar en un futuro?
¿Qué se llevan lxs artistas? Si son tan afortunados de pertenecer a esa categoría tan deseada que es el “clásico”, entonces tendrían la suerte de poder vender el catálogo a Hipgnosis, que está pagando entre 10 y 20 veces lo que gana un catálogo por año. Es decir, está comprando ese catálogo con unos veinte años de regalías y otras explotaciones comerciales de la obra, un jugoso adelanto (para los que saben que están a cinco minutos de tocar el arpa, es un negocio aún más grande). Después viene el trabajo, para nada fácil, de mover ese catálogo para sincronizarlo, hacerlo escuchar, en definitiva: moverlo para recuperar lo invertido y, claro, generar ganancia.
La tercera razón tiene que ver con los oyentes, consumidores, el público que escucha la música y la manera en la que interactúa con esa música. Son cada vez más las opciones y propuestas que tenemos para poder tener una experiencia musical. Digo experiencia musical y no solamente “escuchar música” porque finalmente internet brinda posibilidades para que la escucha no sea solamente una escucha pasiva. O, mejor dicho, para que la interacción activa de un usuario conlleve una recompensa para las dos partes, usuario y artista, y no solamente una. No es lo mismo escuchar aquello que Zola Jesus llamó “Muzak” en este interesante ensayo que escuchar una canción mientras tenemos las letras, biografía del artista, fotos, y mucho más de una manera mucho más centralizada en las aplicaciones. O sea: con las obras musicales se está pudiendo interactuar mucho más, y ese dinero lo vamos a empezar a ver muy pronto.
Esto solamente fue posible moviendo los hilos de un sistema que no estaba preparado, en cierto sentido, para todo esto. Va a ser interesante ver, de hecho, y si es que sucede, cómo esto termina afectando a la escena más independiente. El caso de Hipgnosis es muy interesante, pero al mismo tiempo plantea una pregunta importante en términos de inversión: ¿acaso la única canción que tiene valor presente y futuro es la canción clásico? ¿Cómo van a poder hacer los artistas nuevos y emergentes para poder aprovechar de la financierización de la música? ¿En qué momento el hombre blanco dejará de imbuir valor a cosas tan simbólicas que hasta llegan a no servir para nada? La tiro (?).
Bueno, en realidad… Hay que ver qué tanto no sirven para nada. Lo interesante de la existencia del valor simbólico que se traslada a un valor financiero y más tangible tiene que ver con las posibilidades que se le da a la humanidad. Mucha de la tecnología moderna que tenemos ahora no existiría sin la persona que puso la plata, aunque esa “persona” sea Blackstone o los papás (con plata) de los fundadores de la empresa. Lo cuál nos lleva a la siguiente pregunta: si la tecnología depende en gran medida de los que hacen la inversión, ¿cuáles serán las motivaciones de esa tecnología? ¿Quiénes se van a beneficiar con ella?
Algo guiado exclusivamente por el mercado, digamos, no estaría bueno que controle parte del acervo cultural de un pueblo o de una cultura. Por una infinidad de razones que escapan al propósito de esta entrega.
Volvemos a lo nuestro: sí, estamos viviendo desde hace rato la “financierización” de la música. ¿Es bueno? ¿Es malo? ¿Todo el poder a los soviets? Si pudiese reconocer con buen olfato cuáles serán las apuestas que cumplen con su potencial en el mundo financiero, no sería capaz de decirles cuál es el mejor momento para ir al kiosco del segundo piso de la facultad de Sociales así no se comen una terrible fila. Tendría que estudiar otra cosa.
A riesgo de buscar quedar bien con dios y con el diablo, la realidad es que, como siempre decimos acá en Booklet, depende de cómo lo miremos. ¿Hay un riesgo? Sí, claro. Para lxs inversorxs será algo estable, para lxs artistas y quienes trabajamos con música la historia será más complicada. Les dejo un material extra por si el tema interesó, unas notas compartidas en un valioso grupo de WhatsApp (abrazo grande al Don Gustavo! -este newsletter te lo cambia todo a programa que cubre la B Nacional en dos patadas, eh, saluditos incluidos). Nos vemos en dos semanas.
A tomar los medios de producción,
Bárbara