Booklet #13: Se va la tercera (I)
¿De qué va esto de la web3, criptoarte, NFTs? ¿Cómo lo comprendemos en el marco de la industria musical?
¿Qué tal, amigxs? ¿Cómo lxs han tratado las infernales y sudorosas primeras horas de 2022, un año que a todas luces quizás prometa ser tan igual a los demás? ¿Qué les ha parecido nuestra mudanza a Substack? No es obligatorio, pero como siempre, pueden responder a este correo y contarme lo que quieran. Bueno, siempre que sea relacionado con la industria musical. Para todo lo demás, soy medio zanguanga y doy consejos muy malos.
Muchas gracias a todas las personas que leyeron el #12, me quedé boquiabierta (qué palabrón que no usamos lo suficiente). Eventualmente, como me pidieron, voy a traer los contenidos que salieron en Mailchimp para Substack así los encuentran más fácil. Ahora sí, vamos a las piñas.
Primero lo primero: si te llegó este correo pero no estás suscriptx, o te mandaron el link y te gustaría recibir Booklet cada dos semanas, acá te dejo este simpático botoncito.
Hoy vamos a hablar de la web3 y su relación con la industria musical.
#13 - Se va la tercera, parte 1
Cuando estaba en la facultad allá por el mesozoico en muchas materias solíamos hablar de la Web 2.0. Esta denominación servía para diferenciar entre la aparatosa web 1.0 en la que los usuarios se veían limitados a ver el contenido de una forma completamente pasiva de la nueva web, en la que se priorizó la facilidad de uso, la generación de contenido por el propio usuario, y en la que fuimos testigos de la proliferación de plataformas -en ese momento no estaba tan popularizado llamarlas plataformas- como Facebook, YouTube, etcétera, que justamente ponían el foco en la interacción y la permanencia.
Ya en ese entonces se hablaba bastante de la web 3.0, que en ese momento iba a tener un foco mucho más aplicado a la experiencia mobile (avisé que estaba hablando del mesozoico). Tim Berners-Lee, famoso por, bueno, haber inventado la World Wide Web, siempre dijo que todo este tema de la web 2.0 es un chamuyo, y en el caso de la 3.0, el prefiere hablar de web semántica, haciendo referencia a la capacidad de la red para generar contenido que, en pocas palabras, pueda ser fácilmente leído por máquinas. ¿Tiene algo que ver la web 3.0 con la web3? Muy muy poco.
Hacemos flash forward al 2022, y por donde vayamos vamos a encontrar ensayos, notas de opinión y alabanzas a los NFTs y a la web3, ¿la nueva iteración de la web pero sin el punto, porque así queda más canchera? No. La intención de esta entrega es poner un poco en orden toda la movida pero más que nada ver cómo se relaciona con la música, con la industria musical y qué posibilidades que nos va a brindar.
Bueno, pero entonces. Qué corno es la web3. Dista bastante de esa fantasía mobile web 3.0 que repasaba hace casi 15 años en la facultad y de lo que propone Berners-Lee, aunque tengan un nombre tremendamente similar. De hecho, el término web3 fue acuñado por Gavin Wood, uno de los fundadores de Ethereum (el que no se reunión Macri después de venir a la Argentina para “conocer la inflación”), allá por 2014. Durante todos estos años voló bajito, pero en los últimos meses el interés se disparó por las nubes gracias a varios factores, entre ellos la predominancia cultural que vienen teniendo las criptomonedas y la apabullante cantidad de dinero que se está inyectando a proyectos que están relacionados con ella.
La palabra clave para entender la web 3 es descentralización. Wood afirma que la descentralización es la única manera de preservar la democracia liberal (para ellos acuérdense que liberal es más tirando a “bueno”). No es solamente una nueva moneda, una nueva forma de hacer contratos: es una nueva manera de organizar la sociedad. Y también es una especie de retorno a la web 1.0, que proponía muchas de las mismas cosas, ideas que se barrieron abajo de la alfombra con la centralización llegada con la web 2.0. Con centralización quieren decir plataformas cerradas, concentradas en pocas manos, y sujetas al control potencial de los gobiernos.
La web3 viene para “liberar” al mundo de usuarios de internet de ese control impuesto. Para definirla básicamente, la web3 vendría a ser un ecosistema online descentralizado basado en blockchain. Las plataformas y aplicaciones que sean construidas en web3 no van a tener un “gatekeeper” central, sino que ese rol va a ser ocupado por los mismos usuarios, que van a ir ganando “propiedad” sobre esos productos a medida que ayudan a desarrollarlos y mantenerlos.
Personalmente, para entender la web3 a mí me ayudó mucho leer esta entrevista que le hicieron a Wood desde Wired, en la que no solamente habla de la web3 sino que también se refiere a lo que salió mal con la 2.0. Y lo que está saliendo mal ahora, por ejemplo: “El gobierno es lento, le toma tiempo ponerse a tiro. Los reguladores son imperfectos. Pueden tener una relación muy cercana con la industria que tienen que regular”. Wood habla también de un “modelo roto” y sobre cómo la frase definitoria de la web3 es “menos confianza, más verdad”. Les dejo la entrevista completa para que puedan discutir en sus mentes con ella, como hice yo.
Esto de la confianza nos sirve para adentrarnos un poco más en el mundo del arte y su rol en las industrias culturales. Muchas veces las relaciones económicas y profesionales que se establecen son a través de la confianza: la música, por ejemplo, tiene un elemento humano ineludible. El “menos confianza, más verdad”, lo diré a riesgo de parecer una cornuda que juega con las palabras, me genera mucha desconfianza. Sobre todo porque después, en esa misma entrevista, Wood tiene una teoría sobre la confianza que MMMMmmmm. Aunque después dice que quiere reventar los monopolios de Google y Facebook. Así que estoy como Kombucha Girl con este tipo.
Ahora que ya tenemos una idea más específica, aunque aún bastante difusa, sobre lo que es la web3, vamos a ver cómo afecta a la industria musical. La web 2.0 arrancó con su gran momento, al menos en el primer mundo, con la llegada de la gran crisis de la industria. Si tomamos como una fecha pivote a 1999, los números encajan. A la música, así como a otras industrias como el cine y la editorial, le costó mucho más poder encontrar su lugar en ese ciberespacio de interacción. Le costó en términos de esfuerzo, pero también en términos de dinero.
Los primeros encontronazos de la industria con la web3 fueron los NFTs, que al día de hoy concentran gran parte de la conversación, sacando el foco de elementos que podrían ser incluso más interesante en lo que se refiere a su aplicación. Pero arranquemos hablando sobre ellos. Si quieren saber bien qué es un NFT o Non Fungible Token, pueden introducirse al mundo del criptoarte por acá.
A la música no le sale tan naturalmente subirse al tren de los NFTs, el arte visual, gráfico, audiovisual, lo tuvo más fácil. Sigamos el dinero a ver dónde nos lleva: en un reporte de Statista de septiembre de 2021, comprando entre el primer Q de 2020 y el primer Q de 2021, los NFT de arte generaron aproximadamente 755 millones de dólares. Los reportes no son totalmente claros (al menos los gratuitos) pero en 2021 hubo más o menos 85 millones de dólares generados por NFT musicales. O sea que la música, al menos por ahora, es una fracción relativamente pequeña del mercado. Otro dato interesante a tener en cuenta es que la gran mayoría de las transacciones suceden en la red Ethereum. Recomiendo mucho este dashboard (es pago, pero vale la pena) para rastrear todos los movimientos de NFTs en la industria.
Todavía nos quedan muchos temas por charlar. ¿Qué pasa con la idea de descentralización y la concentración importante hacia la que tiende la industria? ¿Qué podemos decir de la propiedad en la era de los NFTs y de la web3? ¿Dónde entramos a jugar nosotros, especialmente desde Argentina, cuya población está border obsesionada con las criptomonedas y se desespera por cualquier cosa que mencione blockchain?
Lo vemos todo dentro de dos semanas.
Les deseo la brisa potente del ventilador en la cara,
Bárbara